Un paseo por la arena blanca...

La brisa marina revolvía mi pelo y acariciaba suavemente mi piel. Me había sentado en la arena, mirando el mar, y el agua rozaba de vez en cuando las puntas de los dedos de mis pies. Me encantaba ese lugar de la playa, porque era un lugar muy silencioso. Casi nadie pasaba por ahí, y los que lo hacían caminaban sin hacer apenas ruido. El silencio era roto sólo por el agradable sonido de las olas al romper.

Ni siquiera me volví. No necesitaba ver a quien me hablaba, fuera quien fuese. Y seguramente el mar era mucho más hermoso.
-Sí, es un sitio genial...-murmuré. Me pregunté si el desconocido tenía intención de iniciar una conversación o sólo había hablado al viento. ¿Y ese "yohohoho"? Cada vez me encontraba con gente más extraña. Estupendo.

Me sorprendí al ver que quien me hablaba era una calavera. Descarnada. Monda y lironda. Aunque... tenía pelo, más concretamente, una melena afro. Vaya... desde que me había mudado a aquella ciudad, me encontraba con seres increíbles, a cada cual más extraño. Tendría que dejar de sorprenderme. Me sonrió. Creo. Todo lo que puede sonreir alguien que no tiene músculos en la cara.

-No molestas-contesté. El tipo parecía agradable y no todos los días hablaba una con un esqueleto parlante.-¿Te gusta el mar?

-A mí también me gusta-sonreí levemente.-Yo también me he criado junto al mar- el mar me traía buenos recuerdos, de paseos con mis padres y mi hermano, cuando era muy pequeña. Cuando la melancolía llamaba a mi puerta, iba a la playa a recordar los buenos tiempos. Al contrario que a la mayoría de la gente, a mí me gustaba perderme en las imágenes del pasado.
-Ah... me llamo Alice-respondí.

OFF: Lo de los recuerdos lo piensa, no lo dice, xD...

Negué con la cabeza.
-Me mudé con mi hermano hace poco. Su novia vive aquí, y... él es estúpido y se mudópara estar con ella. Yo no quería vivir sola, así que vendimos la otra casa y nos mudamos aquí...-suspiré.

Total, a mi padre le daba igual. Como siempre estaba de aquí para allá... Además, la otra casa le recordaba demasiado a mi madre. Por eso empezó a viajar tanto, para huir de sus recuerdos. Otro de los motivos por los cuales nos habíamos mudado, aunque no hablábamos de ello, era que ambos teníamos la esperanza de que, si empezábamos en otra ciudad, papá pasaría más tiempo en casa. Pero de momento no era así.

Seguramente mi expresión reflejaba tristeza. Cerré los ojos un segundo para volver a componer mi cara de serenidad.
-Me gusta esta playa. Probablemente venga más veces aquí. Tal vez nos veamos-añadí.

Me levanté y me sacudí la arena de los pantalones, remangándolos para que quedasen por encima de la rodilla y así no se mojaran. Luego le miré y le sonreí.
-Claro...-metí los pies en el agua y llegué a su lado sin detenerme. El sol se empezaba a poner, quemando el mar en el horizonte.-Mira la puesta de sol...-susurré.

Llegamos a la zona turística de la playa, la que procuraba no visitar. Tanta gente junta me ponía nerviosa.
Ante su proposición me encogí de hombros.
-Vale...-qué tipo más simpático. Y qué rápido cogía confianza. Y...-¿Por qué dices continuamente "Yohoho"?

Una coletilla como cualquier otra, entonces.
-Más que preguntarme por qué tienes huesos, ya que todos tenemos huesos... me pregunto por qué sólo tienes huesos.

Me ofreció el asiento como todo un caballero. Le sonreí y me senté.
-Una coca-cola, por favor-no estaba acostumbrada a aceptar invitaciones, pero un día era un día. Observé a las familias irse, el silencio cada vez era mayor. Qué agradable.

-¿Sabes si por la noche vienen hordas de borregos?

Le observé irse a pedir antes de responder mi pregunta. El camarero no tardó nada en traer las dos cocacolas y un platito con frutos secos. Me parecía increíble que nadie gritase al verle. Que yo no gritase no era nada del otro mundo -al fin y al cabo, me había tenido que enfrentar con cosas MUY extrañas- pero... que yo supiera, la mayoría de la gente no solía ver esqueletos parlantes por ahí pidiendo cocacolas. Lo que me llevó a otra pregunta... ¿dónde iría la cocacola? Brook me sacó de mis elucubraciones respondiéndome a la pregunta.

-Ah... otro no-muerto...-me pregunté si había llegado a una ciudad-cementerio. Había hecho buenas migas con tres personas en aquella ciudad, y dos de ellas estaban técnicamente muertas. Un vampiro y un... esqueleto.-¿Y cómo moriste?-pregunté, como si fuese lo más normal del mundo. Finalmente, decidí asumir que nada en aquella ciudad habría de sorprenderme, pues cada cosa que encontraba era más rara que la anterior. Serví la coca-cola y cogí un cacahuete del platito.

-Espero que no vengan. Me ponen de MUY mal humor...

Una ciudad increíble con historias más increíbles aún. Empezaba a sospechar que mi hermano tenía razones para haber escogido esa ciudad que no me había contado.

-Su existencia ya es suficiente para ponerme de mal humor...-dí un trago a la cocacola. Le ví comer frutos secos, y no pude reprimir la siguiente pregunta.-Oye... lo que comes... ¿a dónde va?

Me pregunté si tenía un vórtice interdimensional en el estómago. Pero eso ya no se lo pregunté. Y, oh, llegaban las preguntas. Bueno, supongo que era lo justo.

-Me gusta bastante... Todo es nuevo. Hay cosas increíbles... Y gente muy interesante.

Había mucho más que decir, pero me lo callé. Podría decir que sospechaba que mi hermano había elegido esa ciudad por algún motivo en concreto que no me había dicho, y que el ambiente de la ciudad me estaba cambiando, pero no quise decirlo. ¿Por què? Porque eso implicaba dar muchas explicaciones más...